domingo, 2 de diciembre de 2007

EL REPUNTE DE LOS GRUPOS FASCISTAS.

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Los últimos 30 años han estado salpicados para las organizaciones de corte fascista por continuos conflictos derivados de discusiones históricas y cuestiones de liderazgo, por lo que han sido incapaces de dotarse de una figura y una organización que las aglutine.
Las organizaciones de corte neonazi, por su parte, han mantenido una mayor unidad en su proyecto político y su desarrollo, y siempre han contado con una base compacta y fiel a unos ideales anticapitalistas y a unas aspiraciones europeístas. Han estado alejadas de los conflictos territoriales y lingüísticos propios de las organizaciones fascistas, aunque han arrastrado tras de sí una amalgama de grupúsculos skinheads, más seguidores de los métodos de las Wafen SS que de los principios ideológicos y del comportamiento público de los nacionalsocialistas convencidos. Estas entidades, legalizadas en gran parte mediante la fórmula de la asociación y diversificadas en el ámbito cultural, ecológico, esotérico... también carecen de un líder político público, aunque conservan activos y respetan a los ideólogos clásicos del nacionalsocialismo español, procedentes de la histórica organización CEDADE y que en la actualidad militan en el Centro de Estudios Indoeuropeos. Estos ideólogos rechazan públicamente la violencia de los grupos skinheads vinculados a sus postulados; sin embargo, sus eslóganes, proclamas y la necesidad de presencia pública, animan a estos grupos a ejecutar dichos postulados en forma de violencia en la calle.
En la última década, los grupos nacionalsocialistas han recibido más de un palo del aparato jurídico estatal al tipificarse como delito la publicación de textos que niegan el holocausto nazi o abiertamente racistas. Pero su pericia, el amparo de la libertad de expresión y la inexistente operatividad del poder judicial, han facilitado la difusión de sus planteamientos y actividades.
En los últimos años, las diferencias entre fascismo y nacionalsocialismo en el Estado español se están superando gracias a la adopción de eslóganes y campañas comunes, centrados en su mayoría en los movimientos migratorios.
Pero es sin duda el aparato estatal- partidos políticos, medios de comunicación, aparatos legislativo y judicial- el responsable del aumento de la actividad de estos grupos en los últimos diez años.
La primera victoria del Partido Popular en las elecciones de 1996 provocó el trasvase de multitud de elementos de la extrema derecha y de organizaciones ultracatólicas a sus filas, algo muy patente en Levante, donde antiguos militantes de Fuerza Nueva y Juntas Españolas se integraron en las listas municipales y autonómicas. El aumento del ultraderechismo y ultracatolicismo en el PP tuvo su culminación en la mayoría absoluta de la segunda legislatura de José María Aznar, quien con prebendas políticas y económicas acomodó dentro del partido a una extrema derecha hasta ese momento “dejada de la mano de Dios”. El PP adoptó entonces discursos y prácticas propios de esa corriente: la idea de la invasión migratoria como elemento desestabilizador, la unidad del territorio, el ensalzamiento de la simbología patria, las concesiones a la Iglesia, la relevancia política mundial... Todo ello hizo que ultraderechistas y ultracatólicos volvieran a sentirse cobijados en el poder. De hecho, la relevancia política y social de partidos como Democracia Nacional, AUN y Falange Española cayó prácticamente a mínimos.

La victoria del Partido Socialista en 2004 supuso un punto de inflexión. Las reformas legislativas del PSOE sobre las relaciones autonomía- Estado, el sistema educativo, el matrimonio homosexual o la memoria histórica... y la impotencia del PP, centrado en la pataleta parlamentaria y en convocar manifestaciones apestadas de simbología nacional y ultracristiana pero con poca perspectiva de éxito electoral, están desanimando y alejando nuevamente a esa fracción fascista y ultracatólica del PP a sus fortines ideológicos y espirituales.
La previsible victoria del PSOE en las elecciones de 2008, acompañada de una profunda crisis en el PP, alimentará sin duda a todos los partidos ultraderechistas y ultracatólicos carentes de un sólido referente parlamentario e incrementará sus acciones y manifestaciones.
El inaceptable servilismo de los medios ha alejado la realidad de la amenaza neofascista de la opinión pública. Siguen abordando las agresiones como peleas de tribus urbanas o como hechos aislados irrelevantes, y mostrando a quienes plantan cara al neofascismo y al racismo como la tribu rival.
Partidos, medios y Estado han alimentado el avance de estos grupos. No serán ellos quienes combatan y erradiquen el problema; en todo caso, moderarán y conducirán a la bestia mientras puedan.
Para organizarnos, son necesarios el contacto y la comunicación. No podemos encerrarnos en el escudo del miedo o de la pseudoclandestinidad, sin tener por ello que moderar nuestras posturas y acciones. Debemos recuperar calles, plazas, centros educativos, fábricas, como espacios de comunicación, organización y lucha; vivir, contar y compartir experiencia y realidad, fuera de la pseudo-realidad- ficción de los partidos políticos y medios de comunicación. Es en nuestro mundo, y no en el suyo, donde debe empezar la lucha.


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