domingo, 31 de mayo de 2009

Historia de la literatura fascista española


Comenzamos con dos chascarrillos significativos. La primera edición de esta obra, en 1986, mereció todo tipo de calificativos. Entre los menos benignos se hallaban los de oportunismo mercantilista, el de revanchismo y el de venir a perturbar la sagrada paz (y el olvido, suponemos) de la democracia. En su segunda edición, revisada y aumentada, esta obra ha merecido ser incluida en el Índice de libros prohibidos de Libertad Digital (sic). Las anécdotas quizá le puedan llevar a preguntarse qué nos cuenta esta obra para ser merecedora de tantos y tan notables afanes.
La Historia de la literatura fascista española (HLFE, en adelante) es apenas un compendio ordenado (dos volúmenes, 1300 páginas) de la abundantísima producción intelectual fascista en España desde la fundación del fascismo patrio hasta nuestros días. Ni más ni menos.
Pero, precisamente por no ser ni más ni menos que un estudio historiográfico de una producción que se nos quiere ocultar resulta molestísima a multitud de lectores. Ocurre que el campo de los estudios literarios, desde los libros de textos escolares hasta los mamotretos universitarios, es campo abonado para toda suerte de idealismos (románticos y postmodernos, con frecuencia), cuando no directamente de hagiografías indisimuladas, adulaciones bochornosas, patrioterismos acartonados y clientelismos ramplones. La ideología burguesa, desde el mercado editorial en manos de los grandes holdings de comunicación hasta las programaciones educativas de institutos y universidades, permea una visión culturalista en que la literatura y el arte se convierten en el frasco carrasco de todas las esencias: la belleza inexplicable, el estremecimiento estético, la calidad inobjetivable y el espíritu patrio. Al introducir por la puerta esta concepción idealista de la literatura se intenta, desesperadamente, hacer saltar a la historia por la ventana. Este ahistoricismo (la muerte de las ideología, el fin de la historia), que expresa la necesidad del capitalismo de sacralizarse, de ponerse a salvo de los embates indefectibles de la lucha de clases, sirve además para crear la ilusión de que existe un lugar adonde escapar, precisamente, de la realidad histórica y sus violencias. En esta naturaleza de maniobra de distracción coinciden los estudios literarios con los teológicos, y no nos cabe la menor duda de que en la sociedad futura de esta manera serán estudiadas y leídas las obras de los intelectuales orgánicos de nuestra actual burguesía. Por otro lado, nos parece cada vez menos sujeto a objeciones que en el periodo que suelen llamar con gran satisfacción la transición española, se impuso una doctrina de olvido con que el capitalismo español se desprendía de los ropajes de una dictadura inservible ya a sus intereses para arroparse con las vestimentas de la democracia parlamentaria. Había que olvidar, y lo más aprisa posible, que las motivaciones que promovieron el auge del fascismo en Europa y de la sublevación africanista en España eran los mismos que promovían el cambio al régimen democrático, una vez que el trabajo sucio ya estaba hecho y el amenazante ciclo revolucionario finiquitado. De ahí que inquiete a tantos el retrato que esta obra hace del trasiego de intelectuales que dieron por buena tanto una maniobra como la otra, pasando de fascistas con carné a demócratas de toda la vida. aportando la sospecha de que tal cambio es mucho menos abrupto de lo que las convenciones burguesas pretenden. Así las cosas, una obra como la HLFE, empeñada en reintroducir la historia, y por tanto, la política, en el estudio de la literatura, y además de la literatura fascista, no podía ser recibida como otra cosa que como una barbaridad contraria al sentido común. Mayor barbaridad cuando el arco de autores y textos incluidos van desde José Antonio Primo de Rivera a Sánchez Dragó o César Vidal, introducidos todos ellos en una misma línea de continuidad (estos últimos figuran en los capítulos finales de la segunda edición. El lector comprenderá mejor ahora la inquina de Libertad Digital y sus responsables). Conviene recordarnos ahora que lo que es sospechoso de bárbaro para los intelectuales orgánicos del capitalismo (batallando cada cual en su facción burguesa contra los trabajadores y las unas contra las otras) es, por eso mismo, sospechoso de albergar alguna verdad para nosotros.
La HLFE posee muchas virtudes y algunos defectos. La primera virtud que salta a la vista es la recuperación de textos y autores a los que se había obligado a desertar de los manuales al uso de literatura. La sola selección de textos que ilustra el repaso histórico por los géneros literarios que hace el profesor Rodríguez Puértolas ya habría justificado la existencia de esta obra. Eso fue lo que ocurrió, eso fue lo que se dijo y se escribió, aquellos quienes lo dijeron, estos otros los que lo promovieron y aquellos, en fin, quienes pagaron. En algunos capítulos, especialmente los referidos a la producción literaria de postguerra, este simple recurso de documentación ya nos obliga a recordar el tenebroso panorama del régimen nacional-católico. No menos encomiable es la recuperación de la perspectiva histórica de autores cuya hagiografía está en permanente construcción, recordándonos qué fue de tanto padre intelectual y literario de la patria cuyas alabanzas son cantadas sin descanso en una infinita cantidad de trabajos (así, por ejemplo, Cela, Ortega, Baroja...). De este lado, de la consulta morbosa del índice onomástico de la obra, proceden sin duda las denuncias de revanchismo. Sin embargo, la objetividad (al menos lingüística) con que se acomete esta labor sería irreprochable para cualquier lector medio. Como nosotros esperamos no serlo, precisamente encontramos oculta en esa objetividad una carencia de la HLFE. Nos parece que buscando la objetividad académica, Rodríguez Puértolas desiste del análisis político, histórico y económico que las herramientas del marxismo le hubieran permitido. Nos parece que en ocasiones la obra se mantiene en una vertiente testimonial, acertada pero insuficiente. A pesar de ello, y teniendo en cuenta el desolador panorama intelectual de la crítica literaria española, debemos un agradecimiento muy especial a Rodríguez Puértolas por su valiosísimo trabajo, tanto aquí, como en otros manuales, como su Historia social de la literatura española. Ambas, con sus defectos y virtudes, son dos rarae avis de valor incalculable.

Historia de la literatura fascista española, Julio Rodríguez Puértolas Akal, 2008.
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