Este 20N hay más razones que nunca para salir a la calle. Hace 33 años que murió el dictador fascista Francisco Franco, pero en Madrid y en general en el Estado español se respira un aire que recuerda mucho a aquellos tiempos.
Las dificultades económicas y laborales se extienden entre la juventud y las familias trabajadoras. Los Expedientes de Regulación de Empleo (EREs) y las noticias de miles de despidos están sacudiendo a la población, mientras grandes empresas echan el cierre para trasladar su producción a países donde la mano de obra sea más esclava aún. Es el caso de Nissan, una multinacional que siempre ha tenido beneficios y que ha recibido subvenciones de las administraciones por valor de decenas de millones de euros desde 2005. Ahora quiere acabar con 1.680 puestos de trabajo y provoca 4.000 despidos en las auxiliares. Procesos similares están sufriendo empresas multinacionales como Frigo, Simon, FASA-Renault o T-Systems (Deutsche Telekom). Por su parte, Telefónica es un buen ejemplo de que las empresas ejercerán la represión contra aquellos sindicalistas honrados que estén al lado de los trabajadores defendiendo sus reivindicaciones.
El paro galopante, que ya se acerca a las 3 millones de personas, nos recuerda que la renta básica es uno más de los derechos elementales a los que debería tener acceso cualquier trabajador o trabajadora. Sin embargo, el Gobierno no hace uso de las arcas públicas para respaldar a los y las trabajadoras de la crisis sino para garantizar el bienestar de sus amos, los grandes empresarios y banqueros. Por eso no destina fondos para evitar los despidos y mantener la producción, tampoco para que exista ningún tipo de subsidio de paro indefinido, sino para que los bancos salgan más ricos que antes de una crisis que ellos mismos han creado con su desaforada ansia de beneficios.
La privatización de la sanidad, la educación y el Plan Bolonia no son problemas aislados. Las consecuencias de esta crisis nos afectan a todos y a todas, por eso están saliendo a la calle estudiantes, maestras, médicos, vecinas... son respuestas organizadas ante esta ofensiva privatizadora que no es más que un claro ejemplo de una huida hacía adelante para intentar salvar la crisis. Ahora que la burbuja inmobiliaria ha estallado buscan otros bienes de primera necesidad con los que especular y de donde obtener beneficios, convirtiendo en negocio la sanidad, la educación, los equipamientos públicos... Además, esta situación, genera un caldo de cultivo de precariedad en la vida de los barrios y las familias obreras, así como un ambiente adecuado para la conflictividad social, que junto con la impunidad con la que actúan los grupos fascistas y la exagerada propaganda españolista se traduce en una descarada insinuación al enfrentamiento entre clase obrera nativa y extranjera. Peleándonos por las migajas y, de nuevo, desviando la atención del problema. Madrid además, les está sirviendo para experimentar estas medidas privatizadoras anti-crisis que ya se preparan en otros puntos del Estado.
Los países que forman el G-20 piensan que la mejor solución para resolver la crisis económica es que la paguemos nosotros, mientras ellos realizan cambios cosméticos para que en el fondo, en la esencia, no cambie nada. Hablan de reformar el sistema financiero, de refundar el capitalismo, y recomiendan, como siempre, disminuir los gastos sociales, liberalizar el despido, bajar los impuestos a los más ricos.
Por eso, aunque han pasado 33 años, cada vez es más evidente que, ante los mismos ataques, las necesidades sociales son las mismas. La necesidad de unificar las luchas, coordinar nuestras voces, golpear al sistema con la huelga general y plantear que el capitalismo no se refunda, se destruye. Pero no podemos hacerlo solos, separados unos de otros. Nuestra única posibilidad de avanzar en el camino de poner topes a la represión económica y construir conciencia revolucionaria es practicar la solidaridad, apoyar activamente las luchas obreras, estudiantiles y sociales. Practicar la acción colectiva.
Y en este camino es fundamental hacer frente al escuadrón de la muerte del capital: el fascismo.
No por casualidad este año la juventud antifascista está dando un paso al frente, conectando miles de voces, coordinando una misma lucha en muchas ciudades. Por eso una decena de Coordinadoras y Plataformas antifascistas de todo el Estado español salimos a la calle este 22 de noviembre con una misma voluntad: la de ser más y gritar más fuerte contra el fascismo.
El asesinato de Carlos Javier Palomino no ha caído en el olvido. Entre todas y todos hemos peleado para que la ultraderecha no pueda salir a la calle sin encontrarse con el desprecio popular, para contrarrestar la criminalización en los medios de comunicación convencionales, para denunciar la represión judicial y policial a las protestas antifascistas. En ningún caso vamos a permitir que un compañero sea asesinado gratuitamente. Y vamos a denunciar el papel y la responsabilidad de la Delegación del Gobierno durante este último año (legalizando unas movilizaciones y no otras, deslegalizaciones fuera de plazo...), y sobre todo la voluntad política que hay tras la criminalización de los medios de comunicación y la represión policial y judicial, ya que estos son instrumentos que emplean contra las organizaciones y los movimientos. Aunque digan tener autonomía, en la práctica no hay separación política-justicia, así como los medios de comunicación no son independientes. El coste para el Estado es que nos hemos unido y nos hemos organizado, más que nunca, para plantear que el mejor homenaje es continuar la lucha.
Partidos neofascistas como Democracia Nacional siguen presentando impunemente eslóganes populistas en contra de los intereses de los y las trabajadoras, haciendo hincapié en que lo importante es el lugar de procedencia de las personas en lugar de su rol social. División de la clase trabajadora, desviar la atención del problema principal y encontrar a un estupendo chivo expiatorio es lo que consiguen. Nosotros y nosotras estamos convencidos de que nos une mucho más con cualquier obrero y obrera, que sólo tenga sus manos para trabajar, sea de la parte del mundo que sea, que con un banquero miserable o un empresario tirano por muy español que florezca.
Es por ello que frente a su grito de Los españoles primero debemos insistir una y otra vez en que en el Estado español hay ciudadanos de muchos tipos y clases mientras que los trabajadores somos todos y todas iguales, somos la mayoría y el motor del mundo y sólo por eso debemos decidir sobre nuestro futuro. Por eso decimos Los trabajadores primero.
Pero el fascismo tiene una larga sombra, bien lo sabe la izquierda revolucionaria y contestataria en el Estado español que sufre a diario ilegalizaciones, encarcelamientos de militantes e incluso torturas. El Gobierno no quiere resolver ningún conflicto por la vía del diálogo sino por la vía de la fuerza, por eso el PSOE reprime con todavía más virulencia que el PP a aquellos que defienden el derecho de autodeterminación de los pueblos. Pero ya lo dice la Constitución monárquica y capitalista de 1978: Las Fuerzas Armadas actuarán contra quienes cuestionen la unidad de la Nación española.
Y cuestionar significa también quemar fotos y monigotes del rey nombrado por Franco, por eso gallegos y catalanes han sido llevados a los tribunales. Cuestionar significa okupar, tejer redes en los barrios, defendernos frente a las agresiones neonazis. Cuestionar significa plantear desde los centros de trabajo y desde la calle que la crisis la deberían pagar los que la provocaron, los ricos, que son los que más tienen a costa de las y los más desfavorecidos.
Cuestionar significa pensar, por eso no podemos renunciar a ello. Significa organizarnos, unirnos y movilizarnos por una vida digna.
Madrid contra el fascismo Frente a su crisis económica, los trabajadores primero El capitalismo no se refunda, se destruye.
Las dificultades económicas y laborales se extienden entre la juventud y las familias trabajadoras. Los Expedientes de Regulación de Empleo (EREs) y las noticias de miles de despidos están sacudiendo a la población, mientras grandes empresas echan el cierre para trasladar su producción a países donde la mano de obra sea más esclava aún. Es el caso de Nissan, una multinacional que siempre ha tenido beneficios y que ha recibido subvenciones de las administraciones por valor de decenas de millones de euros desde 2005. Ahora quiere acabar con 1.680 puestos de trabajo y provoca 4.000 despidos en las auxiliares. Procesos similares están sufriendo empresas multinacionales como Frigo, Simon, FASA-Renault o T-Systems (Deutsche Telekom). Por su parte, Telefónica es un buen ejemplo de que las empresas ejercerán la represión contra aquellos sindicalistas honrados que estén al lado de los trabajadores defendiendo sus reivindicaciones.
El paro galopante, que ya se acerca a las 3 millones de personas, nos recuerda que la renta básica es uno más de los derechos elementales a los que debería tener acceso cualquier trabajador o trabajadora. Sin embargo, el Gobierno no hace uso de las arcas públicas para respaldar a los y las trabajadoras de la crisis sino para garantizar el bienestar de sus amos, los grandes empresarios y banqueros. Por eso no destina fondos para evitar los despidos y mantener la producción, tampoco para que exista ningún tipo de subsidio de paro indefinido, sino para que los bancos salgan más ricos que antes de una crisis que ellos mismos han creado con su desaforada ansia de beneficios.
La privatización de la sanidad, la educación y el Plan Bolonia no son problemas aislados. Las consecuencias de esta crisis nos afectan a todos y a todas, por eso están saliendo a la calle estudiantes, maestras, médicos, vecinas... son respuestas organizadas ante esta ofensiva privatizadora que no es más que un claro ejemplo de una huida hacía adelante para intentar salvar la crisis. Ahora que la burbuja inmobiliaria ha estallado buscan otros bienes de primera necesidad con los que especular y de donde obtener beneficios, convirtiendo en negocio la sanidad, la educación, los equipamientos públicos... Además, esta situación, genera un caldo de cultivo de precariedad en la vida de los barrios y las familias obreras, así como un ambiente adecuado para la conflictividad social, que junto con la impunidad con la que actúan los grupos fascistas y la exagerada propaganda españolista se traduce en una descarada insinuación al enfrentamiento entre clase obrera nativa y extranjera. Peleándonos por las migajas y, de nuevo, desviando la atención del problema. Madrid además, les está sirviendo para experimentar estas medidas privatizadoras anti-crisis que ya se preparan en otros puntos del Estado.
Los países que forman el G-20 piensan que la mejor solución para resolver la crisis económica es que la paguemos nosotros, mientras ellos realizan cambios cosméticos para que en el fondo, en la esencia, no cambie nada. Hablan de reformar el sistema financiero, de refundar el capitalismo, y recomiendan, como siempre, disminuir los gastos sociales, liberalizar el despido, bajar los impuestos a los más ricos.
Por eso, aunque han pasado 33 años, cada vez es más evidente que, ante los mismos ataques, las necesidades sociales son las mismas. La necesidad de unificar las luchas, coordinar nuestras voces, golpear al sistema con la huelga general y plantear que el capitalismo no se refunda, se destruye. Pero no podemos hacerlo solos, separados unos de otros. Nuestra única posibilidad de avanzar en el camino de poner topes a la represión económica y construir conciencia revolucionaria es practicar la solidaridad, apoyar activamente las luchas obreras, estudiantiles y sociales. Practicar la acción colectiva.
Y en este camino es fundamental hacer frente al escuadrón de la muerte del capital: el fascismo.
No por casualidad este año la juventud antifascista está dando un paso al frente, conectando miles de voces, coordinando una misma lucha en muchas ciudades. Por eso una decena de Coordinadoras y Plataformas antifascistas de todo el Estado español salimos a la calle este 22 de noviembre con una misma voluntad: la de ser más y gritar más fuerte contra el fascismo.
El asesinato de Carlos Javier Palomino no ha caído en el olvido. Entre todas y todos hemos peleado para que la ultraderecha no pueda salir a la calle sin encontrarse con el desprecio popular, para contrarrestar la criminalización en los medios de comunicación convencionales, para denunciar la represión judicial y policial a las protestas antifascistas. En ningún caso vamos a permitir que un compañero sea asesinado gratuitamente. Y vamos a denunciar el papel y la responsabilidad de la Delegación del Gobierno durante este último año (legalizando unas movilizaciones y no otras, deslegalizaciones fuera de plazo...), y sobre todo la voluntad política que hay tras la criminalización de los medios de comunicación y la represión policial y judicial, ya que estos son instrumentos que emplean contra las organizaciones y los movimientos. Aunque digan tener autonomía, en la práctica no hay separación política-justicia, así como los medios de comunicación no son independientes. El coste para el Estado es que nos hemos unido y nos hemos organizado, más que nunca, para plantear que el mejor homenaje es continuar la lucha.
Partidos neofascistas como Democracia Nacional siguen presentando impunemente eslóganes populistas en contra de los intereses de los y las trabajadoras, haciendo hincapié en que lo importante es el lugar de procedencia de las personas en lugar de su rol social. División de la clase trabajadora, desviar la atención del problema principal y encontrar a un estupendo chivo expiatorio es lo que consiguen. Nosotros y nosotras estamos convencidos de que nos une mucho más con cualquier obrero y obrera, que sólo tenga sus manos para trabajar, sea de la parte del mundo que sea, que con un banquero miserable o un empresario tirano por muy español que florezca.
Es por ello que frente a su grito de Los españoles primero debemos insistir una y otra vez en que en el Estado español hay ciudadanos de muchos tipos y clases mientras que los trabajadores somos todos y todas iguales, somos la mayoría y el motor del mundo y sólo por eso debemos decidir sobre nuestro futuro. Por eso decimos Los trabajadores primero.
Pero el fascismo tiene una larga sombra, bien lo sabe la izquierda revolucionaria y contestataria en el Estado español que sufre a diario ilegalizaciones, encarcelamientos de militantes e incluso torturas. El Gobierno no quiere resolver ningún conflicto por la vía del diálogo sino por la vía de la fuerza, por eso el PSOE reprime con todavía más virulencia que el PP a aquellos que defienden el derecho de autodeterminación de los pueblos. Pero ya lo dice la Constitución monárquica y capitalista de 1978: Las Fuerzas Armadas actuarán contra quienes cuestionen la unidad de la Nación española.
Y cuestionar significa también quemar fotos y monigotes del rey nombrado por Franco, por eso gallegos y catalanes han sido llevados a los tribunales. Cuestionar significa okupar, tejer redes en los barrios, defendernos frente a las agresiones neonazis. Cuestionar significa plantear desde los centros de trabajo y desde la calle que la crisis la deberían pagar los que la provocaron, los ricos, que son los que más tienen a costa de las y los más desfavorecidos.
Cuestionar significa pensar, por eso no podemos renunciar a ello. Significa organizarnos, unirnos y movilizarnos por una vida digna.
Madrid contra el fascismo Frente a su crisis económica, los trabajadores primero El capitalismo no se refunda, se destruye.
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